
Nada me da más libertad que la pintura... nada me hace sentir màs feliz que la libertad...!!!
viernes, 14 de agosto de 2015
MILAN, ITALIA, 1999
"Por aquì nadie paga boleto pero comen langostas"
Por aquella època, un suburbio de Milàn en sábado a la tarde, era un lugar tranquilo, o al menos asì lo percibì. Un hotel en las afueras ofrece un doble encanto: "el precio" y la oportunidad de andar en "Tranvìa". El encanto del precio bajo es obvio; lo del tranvìa es una mezcla de nostalgia retro y recuerdos pobres. Confieso que tomè el "último tranvìa" en la ciudad de La PLata, allá por 1966 cuando fui a estudiar a la Universidad, proveniente de un pueblo de la provincia de Bs.As: Chivilcoy. El trayecto fue desde la estaciòn Roca en 1 y 44, hasta las cercanìas de la Plaza Moreno en 12 y 55. Esta lejanìa de tiempo y distancia me llenò de recuerdos y nostalgias. En el hotel, despuès de leer un folleto sobre una magnìfica muestra retrospectiva de nuestro Lucio Fontana, afamado por estos lares y proveniente del remoto Rosario, indaguè sobre la compra de los boletos de tranvìa: - En el tabaqui, nos dijeron. En un rápido aprendizaje comprendi que aquel era el nombre de nuestros archi conocidos quioscos. ¡Qué placer me diò subir a aquel tranvía ! Esteticamente muy parecido a los que recordaba. No estaba lleno, la gente comodamente sentada. Era sàbado a la tarde. Cuando ingresamos nuestras tarjetas magnèticas a la máquina timbradora, emitiò un grave e iracundo sonido metálico. Estalló el silencio. Ví como todos los pasajeros giraron sus cabezas para mirarnos. Acusados y condenados por aquellas miradas no sabìamos que hacer. Nos sentamos en un par de asientos libres y nos decidimos a disfrutar y curiosear el paisaje urbano de Milan. La máquina no volviò a sonar en todo el trayecto... Bajamos en la Plaza del Duomo. Siempre nos quedò la duda si aquì nadie paga boleto o se mueven bajo un enigmatico sistema. Seguramente lo curioso para los pasajeros fue nuestra excepciòn. De allì esa mirada indagadora. Aunque a veces pienso que fue solo una construcciòn mental. Tras dejar el último escalòn del descenso pòstumo de aquel viejo tranvìa, quedamos frente al porte magnìfico del DA VINCI, erguido, pensante, dàndole la espalda a la SCALA, o tal vez, pensàndolo bien, la estaba precediendo. Al anochecer fuimos a la Osterìa La Risacca a cenar. En el hal de entrada nos esperaban unas inmensas peceras con langostas vivas. Se exhibían ante el morbo de estomagos anciosos y hambrientos, quienes con un dedo acusador las señalaba como la pròxima vìctima. ( La moraleja està en el título )

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