El tren se alejaba rápidamente por los suburbios industriales de Madrid. Hacía unos minutos, nos habíamos trepado a él en Atocha. Vamos rumbo a Toledo. Los paisajes de la vieja Castilla se repiten a derecha e izquierda. Todo parece teñido por una paleta ocre, amarillo,marrón. Así fuè hasta llegar a Toledo. La primera impresiòn que me llevè desde los andenes mismos de la estaciòn,fue encontarme con un campo verde, del màs profundo verde, al otro lado de las vías. Sorprendente contraste entre las ideas del vergel y las ideas del desierto. El edificio de la estación de trenes, puro estilo mujdejar, daba el aspecto de ser una estaciòn del Expresso de Oriente, no del medioevo español, pero aquì las culturas se funden. Por siglos, los árabes dominaron esta penìnsula. Dejaron sus rastros. Basta salir del amplio hall central de la Estaciòn para enfrentarse al sol de Castilla con toda su intensidad. A lo lejos y allì arriba, se divisaba, sobre una enorme colina, el casco antiguo de la fortaleza de Toledo, luciendo erguido y orgulloso la cùpula del Alcàzar. Un ámnibus nos llevò ràpidamente a la enorme puerta principal, tras haber cruzado el puente sobre el Tajo. Los muros inmensos e impenetrables se alzaban a los costados del portal, cerrando infranqueable aquella fortaleza . Este es el sentido de los muros!, pensé. Aparecen ciegos y sordos en su afàn de aislamiento. Aislamiento que buscamos cuando la seguridad personal se siente amenazada. Todo lo externo parece peligroso, incontrolable, y en afán de protecciòn: Muro, Reja, empalizada. Toledo te devora en angostas callejuelas. Sin sentido dejas que te lleven e infaltablemente te depositaràn frente a la Plaza Central. Toledo fue la segunda experiencia fuerte que tuve con ciudades Medievales. La Primera fue en Chinchòn. La magnitud de esta ciudad es muy superior. Supo ser sede central de los reinos vicigodos hasta que cayeron a manos de la invasiòn árabe de Al-Andaluz, bajo cuyo poder estuvieron hasta su recuperaciòn definitiva por Alfonso VI y su incorporaciòn a la España catòlica.Una ciudad poder durante casi toda la historia de la penìnsula ibèrica. De riguroso estilo urbanìstico medieval, muestra a tu paso Catdrales, palacios y cuidadosos escaparates desde donde se ofrecen pesadas armaduras o simplemente cuchillos, afamados por la calidad del acero. Nos detuvimos en uno de ellos. En una esquina sorpresiva. Desfilaron ante nosotros cuchillos y cuchillas de las más diversas aleasiones y usos. Notando nuestro acento rioplatense, el encargado del local se nos arrima a preguntarnos de donde venìamos. - De Argentina, dijimos. -Lleven estos, ustedes comen mucha carne asada. Este es el cuchillo. Sabia recomendaciòn. Una docena de cuchillos dentados, con una simple pero robusta empuñadura, que hasta el dìa de hoy, más de 20 años despuès, lucen como si fueran nuevos a pesar de tener un sinùmero de asados encima. Por los fondos de los patios del Alcàzar, me asomè en baranda desde el balcòn, en las cumbres del cerro donde està construìda esta ciudad , para ver en pleno el valle de Toledo. Una vista majestuosa de la campiña española, limpia, ondulada, sin àrboles y a los pies: El Tajo, zizageante, abraza este inmensa mle y fue valeroso protector de embestidas ecuestres y pedestres de cuanto invasor anduvo por aquì. Hizo difìcil su acceso. Respetaba una regla que se cumplia a rajatablas en la antiguedad: Soportar el asedio con fosas, aguas y muros. Traje de Toledo un objeto que aprecio, Un pequeño plato metàlico con incrustaciones doradas en hermosas figuras artìsticas, propio del arte Damasquino , donde por aquì son maestros. Este arte tal vez provenga del mundo árabe y supo estar muy difundido cuando se embellecìan las empuñaduras de las espadas de los guerreros.. Ya de regreso a la Estaciòn. El Tren a Madrid. Un tiempo para reflexionar y nutrir el saber y la sabidurìa, Más que placer: un gozo.



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