miércoles, 31 de agosto de 2016

1994: Tengo una cita con La Giconda

Entro al Louvre. Siento un placer similar al que experimentè cuando entre al Prado de Madrid. Es mi primera vez. Llevo a cuestas la ilusiòn de ver y encontrame con esa codiciada y admirada dama; La Mona Lisa. La llameré la Mona Lisa y no La Gioconda, porque hace un rato, cerca de la Madelaine, estuve en la casa Fauchòn, emporio de especias, vinos y productos de todo el mundo, y allí vi: Una lata de La Gioconda, un dulce de batata argentino con la imagen de la diva en la tapa de lata( también habìa de argentina, dulce de leche, yerba mate y limones de tucumàn), por eso la llamarè la Mona Lisa. En el Louvre todo permanece impecable y muy bien cuidado, al menos desde la pulcritud, porque las obras de arte apenas tienen una soga colgando delante de ellas, sostenida por dos torres de madera, pensé en la seguirdad, debe estar invisible a los ojos. Fui directo a su encuentro. Estaba en una de las galerìas principales. No estaba en la sala. Sentì una fuerte emociòn al estar frente a una de las más grandes obras de la pintura universal. Al menos, muy famosa. Frente a ella, intentè encarnarme en Davinci, pero mi poca inclinaciòn a ritos esotéricos , no permitiò el milagro. Sólo sentìa los codazos de los fotocodiciosos japoneses que quieren sacar rollos completos de imagenes repetidas. Sus caras son un objetivo. Un gran ojo negro. Después que te pasan por arriba, con una sonrisa te mandan un excusse moi, mesie. Yo tambièn pude tomar mi foto. Pobre Mona, pensè, acribillada a balazos flasheados incesantes durante dias y dias, años y años. En fin Paciencia. Ahora debo hacer mi confesiòn: ¡La Mona Lisa no me causò tanto placer e impresiòn com Las Meninas o el Perro de Goya. Seguiré recorriendo selectivamente este Museo, para evitar embriagarme con sobredosis de pinturas y esculturas, iré a ver que impresiòn me produce La danza de Matisse, pero para ello tendrè que esperar ir a San Petesburgo. Otra experiencia es ir al Pompidou. CONTRASTE. Tubos, caños, perfiles soldados como si fuera una enorme maquinaria, una explosiva caldera industrial, azules y verdes, con rojos y amarillos. Un Esqueleto post moderno. En el exterior, una terraza, plaza seca , enorme, llena de grupitos de jòvenes, sentados en rueda, en el piso, trenzas, crenchas, ropa suelta, aire hippie, melenas, barbas, informalismo extremo, Solo falta el termo y el mate. Algunos pintarrajeados, con ropas de artista y son artistas, gesticulan, se mueven al compàs de sus relatos y percusiones. Otros pintan en el suelo. Aire muy especial . Excéntrico. Es el encuentro del arte contemporàneo con sus excentricidades. Entramos; un cuadrado nego enorme, negro, muy negro, luego otro blanco, enorme, muy blanco, más allá el encuentro con nuestro Lucio Fontana y sus telas tajeadas , plásticos fundidos, un contenedor de flete marìtimo revestido de azulejos blancos, las paredes, el piso, el techo, todo blanco en azulejos de 20 x 20 y la sala de los televisores, instalaciòn; experiencia auditiva , visual y sensorial; Había un montòn de aparatos de televisiòn. Eran como treinta. Todos encnedidos y sintonizados en distintos programas del mundo, todos de distintos tamaños , todos ubicados en cuatro niveles. Vos solito, sentado frente a esa Armada Brancaleone, a oscuras . Tu vista busca la procedencia del sonido, una voz insistente debe corresponder a alguna imagen, que es superpuesta por clàsica voz de un noticioso en idioma incomprensible, debe haber su imagen, donde està, la tapa la intensa sirena de un barco que se escucha como si viniera de un fondo invisible, algùn vapor se aleja de un puerto. ¿Donde?. Interesante experiencia. Luego me fui rodando con los cìrculos de Dealanoy y juntando piezas de un Picasso humano, esparcidas sobre un forndo negro. Aire de Pompidou. Reafirmaciòn de los contrastes. Por estas terrazas no aparecen las giocondas, salvo que vengan con bigotes pintados y un par de gafas negras. Vagando por las calles linderas encontré una casa de marcos o maquerìa, marcos para cuadros de las más variadas formas imaginables o inimaginables , exòticos. Esto me llamò la atenciòn porque por esos años yo compraba en los desarmaderos de Rosario, ventanas viejas de demoliciòn, para usarla como marcos de mis cuadros. Al fin un cuadro es una ventana. ¿o no?. Ahora me comerè un Crepe y apreciarè el arte de la francesa para desparramar el lìquido amarillento sobre la plancha redonda. Sin detalles. Con frutas, por favor.

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