La noche se presenta pacífica en el Mar Egeo; el cielo limpio abierto al enjambre de estrellas que relucen en la oscuridad. Inclinado sobre la baranda de babor, con la mirada en el infinito, pienso sobre lo placentero que es sumergirse en las profundidades de la noche donde el mar y el cielo se funden en una sola oscuridad traslúcida, acompañado por el solo rumor de las aguas que se abren dejando una estela blanca al paso del bote. La cena fue apacible en el restaurante elegante y bien atendido por nuestro camarero salvadoreño. Luego vendrá el sueño para amanecer con la imagen soñada del Gigante de Rodas presidiendo la entrada al puerto; el Gigante que ni rastros dejó pero señaló a esta tierra por los siglos. Desde la monumentalidad de sus 32 metros de altura, que lo convirtieron en una de las siete maravillas del mundo antiguo, sembró mitos y leyendas legendarias . Hoy Rodas tiene todo el aspecto de una ciudad Medieval. Murallas, torres, puertas, empedrado , fuentes y plazas secas . Es una típica ciudad mediéval europea , sólo en la decoración de sus iglesias difiere de ellas; de arquitectura gòtica pero densamente decoradas con íconos de brillantes colores ; al centro de la nave principal, hermosas làmparas colgantes de cristal con caireles a granel cual gotas de rocìo. La cruz ortodoxa, tallada, cristiana no romana preside el altar y se asoma en la cùspide de sus torres. El color predominante en Rodas ya no es el blanco como en el resto de las islas, por aquì reina el ocre amarillo. Caminamos en busca de la playa para conformar nuestro deseo de bañarnos en el Egeo. El sol invita. El mar cálido y transparente será nuestro anfitrión. Sus aguas dejan en mis labios un agradable gusto entre dulce y salado, y disfruto de ello. Hasta las piedras canto rodado que reemplazan a las arenas acostumbradas me parecen originales. Se hacen sentir en la planta de los pies; es necesario un calzado que te guie hasta la sambullida. Pienso en las piedras calientes y el sacrificio de los santos, claro que esto parece una flagelaciòn extremadamente leve. Corto las aguas a brazadas largas mientras voy mirando el lecho empedrado a cuatro metros de profundidad, Así de transparentes son sus aguas y así de profundo se hace el mar a pocos pasos de la playa. Mi objetivo es un original trampolìn construído unos cien metros dentro del mar. Tiene tres niveles y llevo la idea de probar al menos más benigno . Trepado al trampolín dejo sentir la suave brisa mediterránea sobre mis mejillas. Dos señores croatas, exhibiendo sendas sungas estudiaban el tema. Nos comunicamos a través del incipiente italiano que poseo. Ma no, no se arrojaron. Bajaron las escalinatas nuevamente. Deberían prohibir el uso de las escalinatas de regreso, deberían ser solo de ida. Me posé sobre el primer nivel, es decir el nivel más bajo y de allí, cual dios de los mares, me arrojé al Egeo. Me siento envuelto en caricias de agua y sal; estas experiencias a mi edad son estaciones de regalo. Guardaré estas sensaciones en el baúl de los recuerdos. Rodas y su gigante, muros y fortalezas, límite justo entre cristianos y musulmanes, llave del comercio y del dominio de los mares, fue eternamente codiciada por los hombres del poder.
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