lunes, 31 de julio de 2017

2014: Del Ebola a Lisboa. El vuelo indú sobre las cùpulas de Madrid. Las tetas de Notre Dame y los guerreros del Apocalipsis




A Lisboa llegué en tren en la madrugada d
el 30 de agosto 2014 : Los largos andenes de la antigua Estación de Santa Apolonia, pierden el silencio y la quietud que habían guardado durante la noche; el tren de Madrid atraca lentamente, pronto se llenan de gente y murmullos apresurados. Bajé del tren con una leve somnoliencia, me costó abandonar el camarote donde había pasado la noche viajando, junto a dos jóvenes ,  uno norteamericano y el otro canadiense.  Lisboa nos recibe con un día diáfano y templado, propio de fines de verano. La calle resplandece bajo la luz intensa e iridiscente  teñida por las aguas del Tajo, allí a sus pies.

Lisboa está situada sobre el estuario del Tajo, rio que simula ser mar,  con quien se funde a sus pies. Las mesas de un cafe ocupan la esplanada de la estación; se van poblando lentamente de parroquianos . Allí desayunaré con pastelitos de Belén. Luego el taxi nos lleva a la Rua de Mae de Agua 20. El hotel Botánico hace una noche que nos está esperando: en Argentina se interpuso Moyano con un paro de los controladores; salimos de Ezeiza con  tres horas de demora, suficiente para perden el vuelo low cost  conexion en Madrid a Lisboa, por ello tuvimos que venir en tren pasar la noche en el camarote. Comienzo a llenar mis retinas con esta ciudad de casas bajas y techos de tejas a dos aguas, mis primeras impresiones la producen la enorme cantidad de propiedades , casas y departamentos, desocupados y con evidente estado de abandono. La desolacioón que produce ver tantas viviendas sin vivientes, invita a reflexionar sobre el esplendor y la decadencia: seguramente causas de índole económicas han llevado a la bancarrata a este pueblo. No obstantes se ve que resurge con brios. Se nota.


Lisboa luce orgullosa su arquitectura barroca con reminiscencias árabes, cubiertos sus muros por hermosos mosaicos cerámicos  y mayolicas decorados con infinitos motivos. Cada edificio luce sus decorados propios. Es casi imposible encontrar dos frentes con idénticas mayolicas. El andar lento, tranquilo, sin apuros de su gente se  hace evidente a los ojos. Tomamos la trepada de la Rua Mae de Agua y allí nomas estaba el hotel, en la trepada de una de las tantas colinas sobre la que está construida Lisboa. Me costó reconocer rastros de la capital del antiguo imperio Lusitano, más bien se confundió con las ideas pessoanas que yo traía. Andar lento, rostros melancólicos, desolación y desasociego.



Lisboa nos recibió como fugitivos del Ebola. El primer destino elegido para este viaje 2014 era Marruecos: la peste nos auyentó y caímos aquí. En buena hora. Dejaré mis huellas marcadas en las calles de Lisboa, respiraré su aire marino e impregnaré mis sentidos con olores de bacalao y sardina. Me asomaré por mil terrazas y gozaré el descanso de la vista sobre los tejados rojos y el mar turquesa. Ocuparé todas sus colinas como guerrero sin armas, solo con mi piel y los sentidos despiertos. Lisboa la del tren, Lisboa la del tranvía, Lisboa la del fado, la de las mayólicas  y el tranco lento.










Trepé hasta el Castelo San Jorge por escadas y pendientes, enamorado del muro,, apareció una gitana sensuual y caliente, pintada como mural, enfrente se esconde el gris del dependiente, tal vez Soarez el de Pessoa, y por la ventana oscura asoman los biblioratos contables, archivo de historias que sólo le interesa al fisco . Luego de saludar al Santo que recibe tras los portones del Castelo, fui a depositar mis líquidos sobrantes en un Urino, un baño de paso a flor de calle, apenas protegida la verguenza por una especie de biombo de chapa y en el rincón el oscuro agujero sanitario, Luego comencé a bajar, otra vez por escadas y pendientes hasta el faldeo de Alfama y ví "colgado un cordel , de esquina a esquina un cartel, con guirnaldas de papel, verdes, rojas y amarillas" y la capilla del fondo de la calle cortada, preparándose para la fiesta patrona, aquella a quien Serrat canta sus versos. Un utilitario rebuzna con esfuerzo tratando de pechar la cuesta, mientras que yo, ya voy cuesta abajo. Una niña canta el fado, sensual y sentida, a las puertas de su negocio, un sentimiento que ablanda , mientras su vecino me invita con una copa de vino..



Urino                


Bodega








La terraza es un balcón, un remanso de este río: San Vicente, joven, hermoso, por siempre conservado en mármol, desde allí me invita como si fueramos parientes, sabe que mi apellido es también Vicente. Las cúpulas asoman sobre los techos cansados y a los pies, el Tajo, con su lecho dormido. Por los tendales cuelgan ropas, sábanas y toallas, se agitan como en saludo, colgadas desde lo alto no tan alto, de las ventanas, metáfora de Lisboa. Se suceden los bares pequeñitos con grandes apetitos; dejan escapar sus aromas que licúan la saliva. Más adelante y más abajo, voy bajando por Alfama, el testimonio del terror, por aquí está presente como mudo testigo del siglo 20, esta patria de dictadores, tal como la nuestra, lo recuerdan con un cartel señalando el edificio de la infamia. Un poco más allá, está la Catedral, monumento gótico en medio de tanto barroco. Dejo reposar mi alma frente a una Piedad de Madera, color barro y sangre, tan bella como aquella de Miguel Angel. Las iglesias y el arte religioso es muy hermoso y valioso en el patrimonio de Lisboa. Los tranvías vienen bajando, me pisan los talones. Un poco más allá, caímos en la Plaza del Comercio.
























La Plaza del Comercio, una plaza seca, amplia, limpia, totalmente desguarnecida, abierta al mar, sin murallas, sin fortalezas, expuesta a la aventura, una rara situación para esta Europa de saqueos , capturas e invasiones. Al centro, luce orgullosa una enorme estatua del Rey Juan I sobre un hermoso caballo, luce blandiendo una amnezante bastón de mando. A sus espaldas, la entrada de la ciudad, el imponente Arco de la Rua Augusta , un conjunto escultórico que sirve de entrada a la Baja, el barrio céntrico y comercial de Lisboa. Quiero apreciar esta quietud, esta transparencia, desde una cómoda silla con apoya brazos de un bar vecino, el pastel de bacalao es la especialidad, junto a la plaza, rio abierto, sin cañones ni fortalezas. Disfruto de este manjar al paso con una refrescante cerveza; las energías vuelven vitales y los sabores se duermen en el paladar. Ya estoy para seguir la caminata entre peatones, comercios y tranvías . Voy camino de regreso al Hotel Botánico. No importa cuanto camino resta, no importa cuanto camino ya transité, voy. Me importa fundirme con los portugueses anónimos, ocupados, enfrascados en sus problemas y meditaciones, con lentitud dejarme llevar por las calles y sorprenderme por sus actitudes, gestos, palabras y el decorado escénico de una ciudad viva. Todo nuevo para mí.











Desayuno con frutas y queso brie: memorable. El desayuno del Botanico: Excelente. Salí, bajé la cuesta por empedrados parejos y casas viejas, por la Rua de Mae das Aguas hasta la avenidad de la Libertade, un enorme boulevard con veredas decoradas como en Rio de Janeiro, similitudes imperiales;desde la  plaza de los Restauradores hasta el monumento al Marques de Pombal, aquel que reconstruyó Lisboa luego de un terremoto devastador, corre esta ancha avenida de abundante vegetación, hoteles, restaurantes y mansiones imponentes. La escultura erguida y elevada del Marques cierra el empinado y bello parque Eduardo VII. En Lisboa toda la nobleza que le dio gloria a Portugal esta erguida en estatuas y monumentos, esculturas y palacios, síntoma de que por aquí la Revolución Francesa no llegó. Desde lo alto del parque Eduardo VII tuve una vista de Lisboa completa, total, abarcativa de todos sus atributos y carencias: casi como si  fruera una cascada, caía el verde parque sobre los intrincados techos rojos hasta aparearse al rio casi mar. Bajé, regresé a los Restauradores por callejuelas y pasadizos, ahí nomás, casi como gemelas, la plaza de Rossio, una dupla de plazas de la Baixa. Seguí rumbo al Chiado por empinadas escaleras, bordenado librerías de usados y escaparates, y más escaleras con café y chocolate, justo al lado, un cartel señala de casa donde supo vivir Pessoa un período de su vida. Entré por el café y por descubrir personajes melancólicos, tristes y angustiados, propio de Soarez, el heterónimo de Pessoa. Más escaleras y tranvías, y luego la plaza del Chiado, aire de bohemia y laxitud turística, llena de artistas callejeros y bares al aire libre, y el teatro La Trinidade que anuncia artistas argentinos. Desde lo alto del Chiado miro a Pedro IV parado sobre su pedestal , cubierta su cabeza por palomas, precediendo el Rossio. Las calles de Lisboa, serenas, cubiertas por silencios apenas interrumpidos por el chirriar de un tranvía, invita a pensar y caminar, caminar y pensar, a caer en un estado de abstraccion y ausencia, mientras absorves de la lejanía su quietud y te sumerges en una nostalgia precipitada. Lo comprendo a Pessoa. Lo entiendo. Me trae el encuentro sorpresivo con  un ruidoso tranvía escalando calles y devorando cremalleras; pasó y se perdió en la esquina de la calle serpentenate, culebrera. Despacio voy buscando las terrazas y el enorme Elevador Do Carmo o de Santa Justa; un enorme ascensor construído por el mismo ingeniero que ideo y construyó las Torre Eiffel en París: una enorme masa de hierro gigantesco al estilo de los ascensores de antes. Nos deposito en un suave descenso en la Baiza, donde la vida y el murmullo es más intenso. El Chiado es tan Lisboa como Alfama, pero diferentes, dos aires de bohemia separados tal vez por diferencias sociales .
                                                                 






















Dejé el denso pero tranquilo centro histórico, no sin antes comer en el Mercato de la Ribeira, un viejo mercado reciclado con nuevos conceptos: en una de sus naves se venden productos alimenticios de lo más variado y en la otra nave un gigantesco patio de comidas. Trepado a una larga mesa comunitaria, comí pescados infaltables en la cocina portuguesa y bebí en un copón un muy buen vino rojo de la excelente calidad de los vinos portugueses.  A propósito : ? Portugal? Porto Galo, los gallos que abundan en las costas visitadas por los Celtas, en francia, en galicia , en portugal, en Nápoles, etc. Sabereé la comida como se hace cuando uno explora otros territorios, marcando impresiones y comiendo sin presiones , la agitada vida diaria se relaja en los viajes . Me trepé el turibus y dejé que el sol cayera sobre mi cabeza descubierta. Un recorrido bordeando el mar, unos kilómetros buscando los famosísimos pastelitos de Belem. El primer desánimo para mi alma inquieta fue observar una fila de más de 100 metros de largo de pacientes clientes deseosos de pastelitos: demás está decir que no esperé y me quedé con las ganas de probar los legítimos pastelitos de Belem hecho por los herederos de sus creadores de antaño. Enfrente tengo la Torree de Belem, el monasterio de los Jerónimos  y un poco más allá, sobre el lateral a la plaza, el Museo de Arte Contemporaneo. La  Torre y el Monasterio son dos obras del barroco crudo y blanco, exagerado, maquillando frentes con pliegues y dobleces, cacabel del pensamiento. Crucé la plaza rumbo al mar, allí está el Monumento de los Padrao dos Descubrimentos, como metiéndose al mar, en fingida nave de marmol y piedra, una obra de corte contemporáneo con ilustres marineros como Magallanes o Vasco da Gama y tantos otros que entendieron el colonialismo más como una acción que como un pensamiento. El tirano y mi paciencia me privaron de los pastelitos y de los cuadros del museo. Regreso a los Restauradores, lleno pero a su vez vacío, paradojas de los que se hace y lo que se deja de hacer. La brisa del mar le daba al aire, una fresca sensación , sentida por mis mejillas. Curiosidades mediante, voy camino a los Restauradores, que se ha convertido en el punto de apoyo, un centro de gravedad. Por 2,5 euros me trepé a un tranvía solo transbordador, que lleva de abajo a arriba de la colina. Con el trengue trengue de companía, trepé a las alturas , desde allí nuevas terrazas y el parque las jardín botánico y como si fuera una nueva ciudad alta. Disfruto de La Paparrucha, un restaurante con nombre lunfardo nacional argentino, y bueno, tiene sus motivos: el dueño es Argentino. La idea era bajar hacia el hotel; siempre trepábamos desde la avenida de la Libertade, esta vez bajamos, por la Rua das Aguas do Mare , un trecho calle, un trecho escalera, un trecho pasadizo, siempre secendiento, hasta encontrar la esquina del Hotel Botanico.




Monumento a los Conquistadores


Rua das Agua una calle que se hace escaleras





            DEL TAJO AL DUERO:  DE LISBOA A PORTO




Las figuras rectilíneas con formas geométricas parecen sostener al cielo. El techo de la Estación de Oriente es un aliado de las lluvias, todo muy contemporáneo, minimalista, postmodernista. La otra estación de Lisboa  parece la antítesis de Santa Apolonia; dos épocas reflejadas en la arquitectura a pocos kilómetros de distancia. Desde allí iremos en los modernos trenes eléctricos de la Red Portuguesa de Ferrocarriles rumbo a Porto, en dos horas y poco más, estaremos en Porto, luego de atravesar minusculas campiñas con muchos maizales sembrados y viñedos a granel. Los maizales se explican como alimento para cerdos futuros jamones tentadores. Llegar a San Bento, la antigua y melancólica estación de trenes de Porto es todo una experiencia : cientos de mayólicas azules y blancas cuentan la historia de Portugal, decoran el hall central de la estación, parece un museo abierto. Este estilo se repetirá en cada convento, iglesia, capilla o catedral que habite en Porto, sus fachadas y muros estarán cubiertas por miles de mayólicas contando historias del cristianismo.



Las 20000 mayólicas de la Estación de San Bento es una gran obra de arte. Afuera, el ambiente parece tradicional de una estación de ferrocarril de pueblo; se me presenta familiar, repite la semblanza y el ambiente de las antiguas estaciones de trenes: bares, hoteles, bodegones, viejos balcones y gente que va y que viene. Porto es una ciudad de esas que se parecen a un set de cine ambientada con aire retro, de otra época: producto de la nostalgia, tal vez por ello, me pareció muy bella. Largas caminatas con obligadas paradas en iglesias y conventos, y vover a contemplar la belleza de sus mayólicas, una característica única según mi escasa experiencia. La Capela dos Almas, Santa Catalina, fue la primera de estas iglesias que ví en una  esquina de la peatonal de Port\o, totalmente decorada con 16000 mayólicas.






La historia de los 20 Euros: 

Caminando entre peatones, mezcla de portugueses con curiosos turistas, me detengo frente a un artista callejero; sus dibujos y pinturas a la carbonilla sobre tela me gustaron mucho; por la temática bien portuguesa y por la calidad de los dibujos; mi costado estético rapidamente generó el deseo de tener una de aquellos lienzos. Comenzó la negociación con 250 euros cada uno y terminó la compra en 20 euros cada uno: es difícil valorar y poner precio a objetos del arte sin sentido utilitario y por lo mismo sin mercados , eso ya lo sé, luego de la compra de dos lienzos quedé muy satisfecho, espero que al artista al menos le haya alcanzado para tener algunas buenas comidas. Dejé atrás las 16000 mayólicas de SAnta Catalina, dejé atrás al vendedor de carbonillas con sus temas de Fado, Pessoa, Saramago  y seguí absorto dejándome llevar por la abstracción de mi mente, solo permeable a la sorpresa y también a la precaución de no ser atropellado por el tranvía rojo que viene trepando una cuesta por la calle lateral. Un trecho más allá, apareció la Iglesia de San Idelfonso: más mayólicas, más campanario: esta igleisa de claro estilo barroco colonial portugués. Me dejé llevar por las callejuelas pintorescas  hasta el fin de la barranca que se desliza empinada y precipitadamente hacia el Rio Duero: Rio que divide a la ciudad en dos. Fui descendiendo lentamente por la Escada dos Guindaes con cientos de escalones y quiebres, descansos y miradores, entre viviendas permanentes y algún que otro bar frecuentado exclusivamente por hombres de boliche. La vista al fondo abajo del Rio nos acompañó todo el descenso. Bien abajo, los hierros sostienen el puente que une ambas orillas. Una escalera que es una calle, muy común en Portugal por su relieve, atrae mi atención y despierta avidez fotográfica. Al final del descenso, el ancho lomo del rio cobija el descanso de antiguos botes repletos de toneles de vino y madera. El muelle se extiende amplio, perfilado por antiguas edificaciones con viviendas de vistosos colores y la inflatable tanda de ropas colgadas de los ventanales. Tiene algunas reminiscencias de La Boca. En la banquina se suceden un restaurante al lado de otro, típicos, una delicia para la vista y el paladar. En uno de ellos saboreé las cuatro sardinas asadas con ensalada verde. Sabor intenso y un buen vino de O Porto. Justo enfrente, del otro lado del río  se suceden las bodegas tradicionales. Se distingue nitidamente Sandeman, una de las bodegas más famosas. Lo extraño es comprobar que todas las bodegas tienen nombres ingleses y no portugueses. Claro que la extrañeza se aclara rapidamente detrás de historias de piratas e invasiones. Los vinos de Portugal se convirtión en la ruta del vino para los ingleses. Cruzamos el puente a pie, luego regresaríamos en el modernísimo tranvía. La vista de las dos orillas desde el puente es muy bonita, uno de esos momentos que se guardan: el puente bien arriba, el puerto y las banquinas bien abajo y más allá colinas y ciudad, fundidas en interminable abrazo. Descendí hacia las bodegas por el telesférico, debajo hize una  caminata apacible, compré el suouvenir del gallo de portugal, ví como el autito eléctrico cargaba sus baterías en un surtidos en la calle, bebí ul copón de vino saboreado como un entendido en Sandeman, y a la par, los nostálgicos botes con toneles de vino.























  "Quien llega y cruza el rio

           junto a la sierra del  ve un viejo grupo de casas

                                                           que se extiende hasta el mar "

                                                          "Verte así abandonada

                                                           con aspecto ceniciento

                                                           y tu gesto tan mohino

                                                           de quien muda un sentimiento"

                                                                                          Porto Sentido: Ruy Veloso
Me trepé al Telesferico de Gaia, pues este es el nombre de esta otra parte del Rio, la Diosa Tierra, y ascendí lentamente entre olores a vino y mar. Desde el aire la vista se hace suprema, como un Dios que desciende al submundo. El mar azul, lo botes bodegeros, los pescadores de sardinas, las colinas, el roble y las mayólicas del templo. Volví a Lisboa enamorado de Porto.





" El libro del Desasociego" Fernando Pessoa. 107

"Devaneo entre Cascais y Lisboa. He ido a pagar una contribución del patrón Vázquez de una casa que tiene en Estoril. Disfruté anticipadamente el placer de ir, una hora para allá, una hora para acá, viendo los aspectos diferntes del gran rio y de su desembocadura en el Atlántico. El tren afloja, es el Caes do Sodre. He llegado a Lisboa pero no a una conclusión."

Tomé el tren en Caes do Sobre, y una hora para allí y una hora para acá. Tal cual lo describe Pessoa. Y me bañé en el Atlántico de esta parte del mundo. El agua es tan fría como en nuestras playas de Mar del Plata. La Praia dos Rehina, pequeña. debajo de los acantilados, muy reparada de los vientos, bajé por escaleras de piedra y me  eché al sol, sobre mi cabeza pendían enormes residencias privadas con lujos europeos, allí arriba del acantilado; el balconeo al mar, privilegio de privilegiados. Acostumbrado como estamos en America a enormes playas de arenas blancas y aguas templadas, también atlánticas pero en Brasil o en el Caribe, estas playas europeas, parecen mezquinas, apenas un consuelo para los calores intensos. Cascais es un pueblo veraniego a pocos kilómetros de Lisboa, con todas las características de un pueblo de playa, paseos, negocios de elementos de playa, ropas y casas de moda y el piso de la peatonal tal cual las veredas de Rio de Janeiro. Luego el descanzo y el reposo vienen de la mano de la gastronomía. En un típico restaurante portugués comí un bacalao con aceites de oliva y ajo, a la Gomez de Souza lo llaman, regadito con un exquisito vino de Oporto, que no quiere decir que sea espirtuoso como el que conocemos al Abuelo. El regusto del oliva y el ajo, saturados con pimentones y paprika, permiten el libre tránsito del vino. Cascais es moderna, una enorme rambla la bordea y te lleva entre playas y bocacalles hasta Estoril, donde reluce el Casino famoso en las películas de James Bond. Un hora de vuelta en tren, previo hacer unas gangas en el shopping frente a la estación. Vuelta al Caes e Sodre, vuelta en tranvía hasta los Restauradores y caminata ascendente hasta el Botánico.






SINTRA: RESTOS DEL ESPLENDOR DE UN IMPERIO

Portugal supo ser un imperio. El imperio lusitano del Porto Galo 
Un imperio de conquistadores y aventureros. Su escaso territorio y sus ancestrales ansias de poderío los lanzó a la mar: marinos y armada fueron los brazos de sus tentáculos imperiales. Eran las épocas del colonialismo, descubrimientos y conquistas. América y África fueron sus destinos favoritos. Junto a su poderío crecieron nobles y reales y junto a ellos crecieron enormes palacios construídos con el fruto de los saqueos y el sudor de los esclavos. El lugar elegido por los portugueses fue Sintra, faldeo de cerranìas al mar, en las cercanìas de Lisboa, pero no Lisboa. Hasta allì fuí en tren. Una modesta y antigua estaciòn, daba paso a una febril actividad turística. Una avalancha de ofertas y precios con visita guiadas a los castillos, uno, dos, tres, todos. Compramos acceso al castillo de Monserrate, tal vez no el más imponenete, pero como tiene el apellido de Susana, decidimos visitarlo. Susana Monserrat sería nuestra ancestral anfitriona: parques bellìsimos con tutpida vegetación, flores y colores, trinos a cantos. Es delicioso pasear entre vegetación de la más diversa naturaleza y origenes: eran parte de los frutos que extraían y saqueaban a las colonias. Desde la enorme  terraza , en la cumbre de la colina, se ve el Atlàntico y sus playas. Este palacio en particular tiene reminiscencias árabes en su construcciòn, pero los hay castillos medievales, catedrales góticas, fisos barrocos, una egoísta competencia por lucir los mejores rasgos de las clases nobles. Este `pueblo no conoció la revolución francesa ni el seco sonar de la cuchillla guillotina, tal vez por ello los castillos intactos, los palacios, las estatuas, en fin nobleza obliga, para el pueblo sólo pan y circo. 















MADRID. 2014

"Romance de la defensa de Madrid"
Rafael Alberti
1er. estrofa:
Madrid, corazón de España,
late con pulsos de fiebre,
si ayer la sangre hervía
hoy con más calor la hierve
Ultima estrofa:
Madrid, corazòn de España
que es de tierra, dentro tiene,
si se escarba, un gran hoyo,
profundo,grande, imponente,
como un barranco que aguarde...
solo en el cabe la muerte.

LAS CÚPULAS DE MADRID

Si vas a  Madrid, mirá para arriba
el cielo azul y las cúpulas doradas
merecen el genio de tus ojos de almendra

Vengo desde Lisboa con aromas de mar y fado; ahora estoy en Madrid, en llanura castellana, rodeado de tierras yermas de color ocre amarillento con pocas pincelas verdes. El sueño aún no me ha abandonado cuando desciendo en la Estación de Atocha. Me introduzco en las entrañas del metro de Madrid y al cabo de unos minutos, salgo al Sol de la Plaza del Sol, del gentío indiferente, del Oso y el Modroño y de los falsos fakires indúes, gurkas del engaño asceta. Allí, enfrente, ahí nomás, está el cuarto del hotel donde pasaré mis noches: enfrente luce el cartel del TIO PEPE , sol de andalucìa embotellado; sus luces de noche, ilumina al gentìo que busca un paseo y piensa en su ración, media caña, pan y jamón.
Pasaremos los días madrileños con Luis y Susana, mis cuñados y la algría de Agustín y Pablo, el rulo, nuestro delfín, mis sobrinos.
Hace veinte años estuve por primera vez y era tan grande la embriaguez que me produjo este mundo viejo, nuevo para mí, que no presté la debida atención a las magníficas cúpulas que se elevan de los techos y buscan el cielo, límpido y transparente: coronan su frente, esferas doradas, ángeles alados, furiosos caballos, veletas sin gallos, cruces cuadradas, cuádrigas al viento y espadas pendientes para frenar la furia de la naturaleza. Levanté la mirada y no la volví a bajar: las ví, las admiré. Cuando la oscuridad de la noche cubre las almas, ellas se iluminan para dar paso a la fantasía. 








La Trampa de los Falsos Fakires

El Oso Modroño sacude el árbol en busca de su preciado fruto, tal vez nueces, tal vez bellotas: Este es el símbolo de Madrid, representado en la plaza de sol por una escultura tosca, sin mayor gracia que su carga simbólica. A un costado; una escena que me atrapó: Un hombre vestido con una túnica naranja, con inconfundible aire indú, y cubierta su cabeza con un colorido turbante, sostenía, sentado, incólume, imperturbable, una caña de bambú con una sola mano; mientras que otro indù, vestido del mismo modo que su compañero, lucía sentado con sus piernas cruzadas, en el tope de la caña, sobre un taburete, imperturbable, inamovible, incòlume. Admiré por largo rato el poder de concentración de aquellos personajes, ni pestañaban, el de abajo, que hacía de soporte, no le temblaba la mano, el bambú no se movía; el de arriba, ni se movía, sentado sobre una base que lucìa sòlida. Increíble concentraciòn oriental.  Todo este andamiaje escénico se me derrumbó en un instante: a la noche, cuando volvía al hotel, observé cómo se baja el de arriba, como se erguía el de abajo, como dejaban al descubierto un arnés de hierro soldado, firme. fijo. cubierto por cañas de bambú, que era el soporte de la escena. Ya no importaba quién estuviera abajo y quién arriba, el tema estaba en permanecer largas horas, simulando concentraciones milenarias, y esperando la suculenta propina que le dejaban turistas y transeúntes en general. El Oso Modroño seguía allí, con rigidez de estatua. 


 Un día volví por las Cibeles, por Neptuno, por el Prado de Velazquez, por las parques del Retiro. Me dejé llevar por el lado oscuro de mi corazón ligado indisolublemente con la vìscera más sencible: el bolsillo. Fuimos con mi sobrino Pablo un día de museos gratis: Por el Thyssen y por el Prado. Pablo me sorprendió por su curiosidad y admiración de las obras de arte: hay cosas en la vida que se las puede ver una sola vez y hay que estar agradecido a ello. En el Thyssen me enfrenté por primera vez en el trauma de los dibujos de Egon Schielle , es la primera obra suya que veo en mi vida, contraste con el rostro impávido de las doncellas de las Meninas de Velazquez. Pablo quedó encantado con este mundo del arte que atraviesa los siglos. En el Prado se anuncia la muestra en diálogos entre Goya y Picasso. La fuente de Neptuno humedece el aire seco de septiembre, desde un balcón próximo, Velazquez prepara sus violetas y la dama de Goya vestida de rojo muestra su escote insinuante y sus pantorrillas a los mareados transeúntes de abajo. Todo es arte, hasta el puesto de souvenir que luce en el boulevard. Me planté otra vez ante las Meninas: Pablo también, idea de la belleza casi divina. Me faltó ver el Guernica en el Reina Sofía, estoy en deuda con Picasso y con el arte también. Deberé saldarla otra vez. Buen motivo para regresar. Dejamos el Boulevar por la  Puerta  de Alcalá. 
                                                                                                                                                                   
Goya, Picasso y yo



                                      Por entrar en el Prado después de las 4

                                                        A la entrada del Parque del Retiro
                                                         Egon Schielle: Obsesiones carnales
En el Ingreso al Thyssen

Go
Con Velázquez a la entrada  del Prado



ORINAR ENTRE GIGANTES Y LOS BILLETES DE 500 EUROS
Salimos temprano en la mañana. Junto con Agustín y Pablo, mis sobrinos, caminaríamos desde la Puerta del Sol hasta el Santiago Bernabeu y aun más. Livianos de ropas y bien calzados, bajamos hasta Las Cibeles, en el trayecto ingresé al Banco de España para cambiar un billete de 500 Euros , trámite no tan simple para un Sudaca Argentino; comentan por aquí que tanto los funcionarios y testaferros corruptos, como los traficantes de drogas, hacen alarde con los billetes de 500 euros, una especie rara para los españoles: para los indeseables   es más cómodo,  más liviano y eficiente transportar maletas con estos billetes, por ello por aquí  se ponen en guardia cuando se le presenta el caso. Yo llevaba un único billete, pero eso nadie lo sabía y los cajeros me miran con cara extrañas, Dejamos atrás al barroco exaltado del níveo palacio de las Cibeles. Cruzamos avenidas, , boulevares, fuentes y bebederos , mujeres desnudas, obesas y rampantes, modelos de Botero, ventanales que escondes infinitas historias y escaparates con modas policlasistas. Dejamos atrás el centro de Convenciones que sirve de concentración del Periodismo Deportivo que viene a comentar el Mundial de Basquet que se esta celebrando en esta ciudad, la Biblioteca Nacional, el Monumento a Colón, las torres de Colón, losNuevos Ministerios y al fin llegamos a las puertas del Santiago Bernabeu, un compatriota nuestro nos saluda desde una inmensa gigantografía que cubre la parte superior del estadio, es Alfredo Distéfano, una gloria del futbol Madrileño. No ingresé al estadio; mis sobrinos pagaron los 19 euros y vieron por dentro el estadio además se fotografiaron con Ronadlo de cartón, una charada. . Me quedé disfrutandfo de la mañanan y el descanso en un banco de madera sore el Boulevard. Súbitamente un patrullero sube al boulevard y bajan presurosos dos policías, rodean a un joven que estaba sentado en un banco contiguo al mío, le quitan la latop que tenía en sus piernas, preguntas, documentos, más preguntas, chequean dentro del patrullero la información y controlan los documentos. La voz temblorosa y vacilante dce - Soy marroquí. Luego del Reality presenciado, lo dejaron ir y se fueron y regresaron mis sobrinos. Un pasaje del costo de vivir en una sociedad abierta y amenazada por el terrorismo: se confunde la xenofobia, con el orden, la seguridad con la discriminación, es todo un desafío con altos costos. En fin. a pesar de todo, aún prefiero las Ciudades Abiertas. . Ya estamos listos para continuar nuestra caminata, ahora iremos al hotel donde se alojan los basquetbolistas argentinos; Agustín es nuestro guia , su profesiòn de periodista lo acredita y además fue la llave da acceso. Dentro del hotel, baje las escaleras para ir al sanitarios, bajo la cremayera, y con clásica postura, comienzo a orinar, abstraído por pensamientos vacíos, como casi siempre ocurre en estas ocasiones, de pronto dos gigantes se ubican a mi lado, uno de cada lado, con el mismo gesto, en el mismo trance, su chorro caía desde arriba:. Eran Scola y Hermann. Volvimos al metro, a un costado las torres inclinadas de las Puertas de Europa, frente a la Plaza Castilla. Desde allí en laLínea 1, nos fuimos con el metro hasta la Puerta del Sol.












                               "Pausa de agosto" :    Mario Benedetti
Madrid quedó vacía
solo estamos los otros
y por eso se siente
      la presencia de las plazas, 
     los jardines y las fuentes,
        los parques y las glorietas "

                  LAS BREVAS DE TOLEDO:   HIGO, HIDALGO, CABALLERO
Salir sin apuro, caminar sin preocupación , con la mirada atenta y el espíritu abierto para dejarse sorprender. Cortar el ayuno con un bocadillo de jamón crudo con pan crujiente por 0,75 E, al paso y seguir hasta la estación de Chanmartín. Allí tomaremos el tren a Toledo, el destino del día. Los andenes de la estación de Toledosiempre me sorprende. En vez anterior, allá por 1994, quedé sorprendido por la inmensa pradera verde de alfalfa tierna justo frente a la estación, esta vez 20 años después, encontré sus andenes vestidos  con una gigantografía del Greco y su obra cumbre " El entierro del Conde de Orgaz" de la cual escribí en vez anterior, pero esta vez me sorprendió un rostro lloroso con explícito dramatismo y angustia, un duelista del Conde muerto, que pasa desapercibido en el total de la obra confundido con los otros rostros , pero sin dudas, este es el Rostro: el que expresa el dolor y el drama de la muerte. Los ojos llorosos miran al Cristo en los cielos y a la Virgen María como pidiendo consuelo o explicación. Sólo un artista de la talla del Greco puede pintar semejante rostro. Me sorprendió en los andenes de Toledo. La antigua estación arabesca, sigue intacta. Seguimos camino a la ciudad Fortificada, ya fuera de la estación y allí se nos presenta la tentación: una rama de una gran higuera que traspasa muros y puas, ofrece tentadoras brevas violáceas a punto de estallar azucar y miel. Sostenido en los hombros, a babucha como decimos bulgarmente, Agustín alcanza las brevas, cosecha clandestina a la luz del día, y nos comimos unas deliciosos frutos con el sabor agregado de las cosas prohibidas. Lo justifico dentro del concepto económico de externalidad positiva: obtener un beneficio sin costo alguno. Punto. Seguimos rumbo a las murallas, seguimos rumbo al Portal de la ciudad vieja. Cruzamos el Tajo. Entramos por la Puerta Nueva Bisagra- Puerta de San Martín, para comenzar a trepar la colina sobre donde se alza Toledo, hasta el Tope, al Alcázar. Ahora todo parece invadido por la tecnología, así que no pudimos ni quisimos escapar de unas modernísimas escaleras mecánicas que te ascienden, claro que resulta inconveniente, pensar en un Quijote medieval, apareando su caballería al palenque, y subir tranquilamente las escaleras, luego de acomodar su larga espada Desde los jardines del Escorial, terraza a la planicie castellana, un paisaje repetido, bien ibérico, donde abunda el ocre 
Caminamos por Toledo, dejándonos llevar por el desordenado andar de sus calles y callejuelas, edificios medievales entre angostos pasajes, y plazas secas y vericuetos sorprendentes, si andas te lleva, te lleva a la Central entre góticos y barrocos, símbolos de la vieja europa. 

  





Este mismo rio Tajo, que pasa bajo mis pies,
inmóvil espejo de esta llanura castellana
reflejas puentes de piedra y cúpulas aladas,
abrazas pero no aprietas, a la eterna Toledo
ayudas en la defensa de esos muros cerrados
y sigues, sigues hasta Lisboa, besas sus costas
y falas portugués, te fundes en mares y oceanos
llenos de misterio y conquistas... Te ví 

 

Volví después de 20 años a Toledo, la Antigua, 
joya preciada por romanos y visigodos,
 musulmanes y cristianos,
todos dejaron sus rastros ,
huellas atrincheradas, seguras detrás de sus muros,
siempre cabeza de reinos y otros califatos.
Pero perdió su cabeza y se fue para Madrid
sus honores y coronas.
Hoy duerme tranquila su siesta, 
entre espadas y cuchillos,
el Conde no resucita por mañero que parezca,
el Greco ya no pinta y el Escorial: un Museo.
 





Flamenco, Tangos y Poesía  

en la Casa de Menassa

El número 13 de la Calle Princesa, primera a la izquierda, allí nomás, cruzando la avenida al salir del Metro en la Plaza España, esta calle te lleva hasta la Moncloa. Era una tardecita de setiembre, donde termina el verano y comienza el otoño, el cielo azul me invitaba a pensar en el infinito y lo eterno. Allí está la sede del Grupo Cero, editorial de poesía y psicología. Una escuela de Psicología creada y dirigida por Miguel Menassa, esposo de mi prima Olga de Lucìa. Argentinos migrantes arraigados en Madrid. Es sábado, y como todos los sábados hay recital de Tangos y Poesía y Flamenco. Los versos los dice Miguel, el flamenco lo baila Virginia Valdovinos y la guitarra la toca Salmerón. A veces sube al escenario Alejandra, la hija de Olga y Miguel, y allí hace lucir su encanto y cadencia para el tango-flamenco. Una velada agradable, un momento único, inolvidable, que terminamos tomando unos tragos caribeños en las  terrazas balcón del edificio contiguo, en pleno Madrid, En Septiembre. 


EGON SCHIELLE, EL THYSSEN  Y VARGAS LLOSA


" - A todo el mundo le gustan los niños - dijo, hipócrita.- Es normal que uno se enternezca con ellos. Son pequeñitos, frágiles, a veces muy ricos."
Se sintió estúpida, impaciente por escapar a los ojasos quietos y límpidos posados en ella.
"- A Egon Schielle le gustaban mucho.- Dijo Fonchito asintiendo.- En Viena, a principios del Siglo, había muchas niñas abandonadas, viviendo en la calle. Pedían limosnas en las iglesias, en los cafés.
"- Como en Lima.- Dijo ella, sin saber lo que decía. Otra vez la colmaba la sensación de ser una mosquita atraída, pese a sus esfuerzos, a las fauces de la araña.
"- El salia al parque Schonbrunn donde había montones, las llevaba al estudio, les daba de comer y les regalaba plata- Prosiguió Fronchito, inexorable.
El señor Paris Von Güterlagh, un amigo a quien Schiele pintó, dice que siempre encontraba en su estudio dos o tres niñas de la calle. Se estaban allí, de su cuenta. Se echaban a dormir o jugaban mientras Schielle pintaba ¿Crees que había algo de malo en eso? - Si les daba de comer y las ayudaba, que malo iba a haber."
- " Pero es que las hacía desnudarse y las pintaba haciendo poses.- Añadió el niño.
Doña Lucrecia pensó: "Ya no tengo escapatoria"
"- Era malo que Egon Schielle hiciera eso?
-Bueno, me figuro que no.- Tragó saliva la madrastra.
"- Un artista necesita modelos. ¿Porqué tener la mente podrida? 
Mario Vargas Llosa. "Los cuadernos de Don Rigoberto" pag 181. Fonchito y las niñas .
Y allí ví por primera vez una pintura de Egon Schielle. En el Thyssen Bornemiza. En Madrid. En Septiembre, y quedé impactado por la manera que fue capaz de retratar a aquellas jóvenes en 1908, hace cien años, en poses complejas, con trazos firmes y línea segura, gestos congestionados, todo una innovación, parecería el Caravagio del siglo 20. Valió la pena. Lo tenía a través de la literatura, ahora lo tengo a través de mi propia vista. Lo llevé a Pablito, mi sobrino, es mi ladero, tiene sensibilidad por el arte. 

Veinte años no es nada... Tango... Madrid 1994-2014

En el interín fuí otra vez a Madrid pero es ahora que quiero dejar plasmadas mis impresiones sobre los cambios que observé: Ahora encuentro pizzerias por doquier cuanto que antes no existían. era el absoluto reino del jamón jamón, la panceta y el huevo frito. Sin ir más lejos, justo al lado del hotel donde paro, en Plaza del Sol , ¡Venden pizzas por porciones!. Me hizo acordar de mi infancia en la Pizzería de mi tío Pedro en La Boca, donde comerse una porción de pizza a media tarde era una cuestión de culto. Otra: a cada paso encuentras una heladería, helados al paso, helados impulsivos, no falta en bares, no falta en restaurantes, exhibidora abierta con helados a la  vista: Esto parece una colonización cultural italiana. Hace 20 años esto era escaso, casi nulo. Hace 20 años veía muchos jóvenes borrachos durmiendo en la calle regados por su propio orìn, ahora, no los veo; algo cambió, o los gustos de los jóvenes, o sus expectativas o la mano dura de la ley. Mejor una combinación de factores, así queda en paz mi inquietud. Que los jóvenes están más custodiados, me consta, Desde el Hotel tengo a la vista La Plaza del Sol, madrugada de fin de semana, despierto sobresaltado por ruidos a bataholas, cuando me asomo veo un gran despliegue de policias y patrulleros, muchos jóvenes dentro de un cerco. Sin violencias, sin prepotencias, muestran sus documentos y siguen. Los menos terminan dentro del patrullero. Al poco tiempo todo vuelve a la normalidad ( o anormalidad según lo miremos). Adhiero a la idea que los jóvenes son rebeldes por naturaleza y necesitan expresar su libertad y su disconformidad, pero también creo en la idea que los demás también tienen derechos y hay que buscar un equilibrio entre lo uno y lo otro.
En este, mi tercer viaje a Madrid, descubro al Oso Modroño sacudiendo el árbol de los frutos, en una escultura simbólica ubicada en la Plaza del Sol. Como escultura no le aprecio arte, pero sí, símbolo. El modroño lo supongo vinculado al madrid, símbolo en el escudo de la ciudad: " de plata, un oso sable apoyado en un modroño sinople frutado de gules. Bordura azul, cargada de siete estrellas de plata. Al timbre, corona real abierta" .
Me voy de Madrid. Siempre pienso en volver. Me llevo las cúpulas, los museos, el retiro, el flamenco y el tango, las torres del basquet, el oso y el modroño y los billetes de 500 euros.



                                                 
  



RAFAEL ALBERTI

Madrid, corazón de españa,
late con pulsos de fiebre,
si ayer la sangre hervía
hoy con más calor la hierve.

Madrid corazòn de españa,
que es de tierra, dentro tiene,
si se la escarba, un gran hoyo,
profundo, grande, imponente,
como un barranco que aguarda...
sólo en el cabe la muerte.


2014: Francia. >Paris

MONTMATRE A TRAVÉS DE LOS CRISTALES DE UNA COPA DE ABSENTA



Fée Verte: El hada verde.
 "Vidriera de los vicios,
donde se compra al contado el falso amor"
 Montmatre El Bacanal







La primera vez en mi vida que escuché nombrar "Montmatre" fue de la boca del zorzal criollo, Carlos Gradel, el mayor ícono del tango argentino, en los tiempos que los argentinos soñaban con Paris y en Paris circulaba una frase muy elocuente "tiene mas plata que un argentino". Ahora, modesto y en alpargatas, asomo por entre los hierros modernistas de la estación del Metropolitan; el primer metro de Paris. Las aspas del Moulin Rouge parecen girar como loco carrousel, los peones matutinos reponen las champañas que se agotaron con el exceso de la noche, los escaparates de alistan de derecha a izquierda, el sueño surrealista de Dalí con la boca cargada de rouge, abierta y hambrienta , invita a pasar a sus aposentos, un castillo de chocolate parece derretirse ante la mirada codiciosa de un alemán gigante y torpe, y al fondo de la calle, subiente, sublime, imponente, la la Basilique du Sacré Coeur, desafiante gigante de arquitectura de corte oriental, parece una clara ofensa a los fanáticos del gótico o el barroco. A sus pies se rinden callejuelas empedradas, el café de la esquina y la casa del té con absenta: la bebida prohibida, la fuente de la inspiración vangoghniana, el diablo verde vestido de hada. Por ella pecaron Degas, Picasso, Hemingway y se llevó la oreja de Van Gogh luego de una jornada cargada de ajenjo y frustración. Dama de la Belle Epoque, exaltada por Oscar Wilde . Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fueran y no como son. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Al fin, uno ve las cosas tal cual son y esto es horrible. Fui atendido por Pierre, un típico francés, aunque este era desacartonado: nos participó del ritual de la absenta, el filtro metálico, el azúcar en cubos y el agua que vierte, dulce, clara, sobre un manto de absenta, clara, transparente, verdosa. Luego a beber y ver: las cosas se duplican misteriosamente. Pierre cuenta de sus simpatía por el fútbol argentino, tal vez porque hay muchos compatriotas en su querido PSG, o tal vez porque disputa a los alemanes varias finales del mundo, entre ellas la de Brasil, donde Pierre estuvo y me muestra su entrada al estadio. Rechazó varias ofertas tentadoras de sobre precio en la reventa, a las que él  se negó ,no podía cambiar su entrada por dinero: quería ver perder a Alemania en la Final y con esa esperanza fue. Se lamentó por los goles perdidos de Argentina, por el penal no cobrado, por la frustración final. Pierre y el absenta se hicieron amigos. Compramos una botella para Martin, mi hijo, que tenía deseos de probarla.

Las Tetas de Notre Dame y los candados del amor.
Acabo de cruzar el Sena por el puente de los Candados que en realidad se llama el puente de las Artes. Miles de candados penden de los soportes del puente. A simple vista parece una instalación artistica. Todos los candados distintos, dan una imagen de creatividad de diseño: diversas formas, diversas procedencias, todos puestos allí con el mismo fin: Promesas de amor eterno. Desde lo simbólico no me parece muy acertado, pero todos rinden culto a la estupidez. Por debajo pasan lanchas y botes repletos de turistas curiosos. No temen a que el puente seda y los aplaste una lluvia de candados. Volverá algún día a ser el Puente de las Artes? Muy buena idea sería utilizar todo el bronce para una gran escultura dedicada al amor. Se me ocurre. Sobre los jardines traseros de Notre Dame, custodiada por monstruosos perros
suspendidos en las cornisas de la catedral, me tomo un respiro, descanso los pies y tranquilizo mi mente inquieta e inquisidora. No presto atención a la gente que va y que viene. Estoy con mi cuñado Luis Girotti, escuchamos el rumor de las lanchas allí debajo. Al frente, una interminable cola de gente esperaba pacientemente su turno para entrar. Desistí de entrar; ya había visitado los territorios del Jorobado en otras ocasiones anteriores. Aparece de pronto. Una joven de cabellos muy rubios se trepa a un taburete y comienza con un discurso en francés y a viva voz, mientras de iba sacando sus atuendos, cual si fuera un streap tease. Deja libre sus dos magníficas tetas mientras continúa con su arenga y sigue con su desnudez. A los pocos minutos llega un patrullero policial. Los policías van presurosos hacia la joven y la invitan a cubrirse y a desistir de su arenga, al menos en ese lugar. La joven responde con una vehemente arenga llena de improperios hacia los policías. Persiste. Un policía toma de los cabellos a la joven y la baja abruptamente del taburete, le retuercen el brazo en la espalda , mientras la cubren en la parte superior. La reducen, la llevan a la fuerza a pesar de la resistencia de la joven hacia el patrullero y allí la introducen por la fuerza en su interior. Se acabó el incidente y parece que por aquí, al menos por ahora, la ley se la respeta.
UNA OFERTA DE FAUCHON: UN VINO A 3500 EUROS LA BOTELLA.
Cambia, todo cambia; dice la canción que en voz de Mercedez Sosa se hizo famosa en el mundo. Eso es exactamente lo que siento en sintonía con Heráclito de Efesos: Cuando entro en Fauchón, en la plaza de la Madelaine, encuentro otro Fauchón.No aquel que conocí hace 20 años, un almacén gourmet único, allí había productos de todo el mundo, especias, sabores, dulces, encurtidos, galletitas, lo que te pudieras imaginar como lo mejor  y más representativo en la gastronomía de cada país. En la crónica que hice hace 20 años de mi anterior viaje a París había dulce de leche, yerba mate y dulce de batata La Gioconda. Ahora nada de eso encontré. Fauchón es ahora una casa de patiserie y delikatessen dulces, chocolates y té, y una cava completa en el sótano. Hacia allí fuimos con Luis, Bajamos lentamente la escalera de mármol y  nos encontramos con una bodega completa de vinos franceses muy cuidados: allí estaba el tesoro: primacía de los colores rojos, magentas, violetas, carmín tendiendo hacia la oscuridad del negro acharolado, reflejo de vidrios, nombres y etiquetas, marcan su origen y su edad. Sin excesos en la presentación, sobria, perfecta dejando lugar primordial a su protagonisa: el vino. Había para todos los presupuestos y allí, como un rey, lucía majestuoso un bello vino de 3500 euros la botella; todos los duendes encerrados en aquella botella y nosotros sin poder liberarlos, las razones son obvias. Salimos embriagados por la sorpresa, no por el vino. La calle nos recibió con el sol escaso de Paris. La cúpula de la Opera relucía con su verde veronés, los cristales de los vitreaux de la galería Lafayette dejaban pasar la luz a través de sus colores, los frisos de la Madelaine con rudos hombres guerreros y angeles alados y frágiles mujeres con bebés en brazos a la izquierda de Dios. Todo muy bello. Todo muy cuidado.
LA MADELAINE Y EL CELOSO GUARDIA DEL METRO Estación Le Peletier: Rua Lafayette. 
El claroscuro cubría completamente el ambiente, al centro resaltaba la iridiscencia del mármol blanco, mármol donde brotaba María Magdalena, sostenida en su ascenso por dos asexuados ángeles alados; la penumbra del entorno apenas insinuaba las veinte columnas corintias que parecen sostener en semicirculo una imponente cúpula pintada con frescos bíblicos. Un momento, una visión, sobrecogimiento. Aún bajo los efectos del encantamiento que me produjo ese instante, seguimos caminando a pesar de que hacía muchas horas que estábamos en pie. Rue Lafayette rumbo a la Gare du Nord, el aire parisino se colaba no sólo por los pulmones, también por la vista: sus calles, sus casas, sus negocios, sus cafés. El ritmo de la ciudad se iba calmando. El anochecer se abría paso lentamente. El cansancio comenzó ha hacer estragos en nuestros cuerpos, así que de pronto, renunciamos a la caminata y fuimos a la boca del subte más próxima: Estación Le Peletier del Metro parisino. Saqué los siete tickets en ventanilla, los repartí uno a uno y comenzamos a transponer los molinetes, uno a uno. Los cinco primeros pasamos sin problemas, pero a las hermanitas Brenta los tickets fallaron, no abrían los molinetes. Insistimos un par de veces, el boletero veía la acción paro ponía cara de boludo francés. No respondía a nuestros reclamos. Mostramos los tickets como si nada. En un acto de justicia por mano propia, se me ocurre hacer pasar a las chicas por la puerta trampa; una solución bien argentina. En ese momento el francés reaccionó como si hubiera presenciado el peor de los crímenes, como si fuera un miliciano de la legión extranjera, llamó a los policías a los gritos y nos increpaba en francés. Nos trataba como si fueramos terroristas. No aceptaba nuestro reclamos:!  los estafados somos nosotros !. Mostramos nuestros tickets mientras yo lo puteaba en español ,  tuve que calmar los ánimos, saqué dos nuevos tickets y así es como los franceses nos curraron dos tickets de metro. Cenamos en el restaurante debajo del hotel, frente a la Gare Du Nord.

                        LA BOHEMIA DEL POMPIDOU Y LOS LABIOS PASPADOS
desierta. In
Sus dedos están casi tan sucios como sus talones. Las tizas van dejando sus pigmentos sobre la obra y sobre los dedos del
artista. La suciedad de sus talones ya es otra cosa. Sólo responde a la falta de agua y jabón, un atributo de muchos de los artistas callejeros de París. De rodillas al suelo, inclinado sobre un gran lienzo, se abalanza sobre la magnífica cabeza de un caballo surrealista; la obra le reclama al artista un retoque de pastel sobre la mirada ansiosa de la yegua, atento al mensaje, le da el toque que le reclaman. Una canasta de mimbre reposa a un costado del artista, con una palabra elocuente "mercí". El óbolo acompaña al proceso, verlo pintar; la obra tendrá seguramente otro destino y otro valor. Las terrazas del Pompidou son magníficos atellieres para los artistas que buscan un golpe de suerte o simplemente la moneda que le 
propine la cena. Justo, frente a la fuente lateral que ve nacer desde sus aguas, incomprensible figuras posmodernas en mezcla de colores pops, hierros retorcidos y una imaginación y creatividad inusuales. Todo frente a esta colosal caldera industrial, con caños, tubos y chimeneas de vivos colores azules, verdes y rojos, obra de un afiebrado arquitecto, que da por tierra todo el clasisimo y simetría de Paris. Bebí cual vampiro, toda la sangre joven que rodea al coloso. 
Es el museo de  arte contemporáneo más grande del mundo. Disfruté el encanto del momento, tuve toda la sensación de ser parte de una representación, de una gran puesta en escena que me incluyó sin saberlo. Todo se mueve a su alrededor al compás del arte y la bohemia. Sentí mis labios resecos. En forma casi inconciente, pasé sobre ellos la humedad de mi lengua, aún a sabiendas que esta aparente solución, no hace más que agravar la situación. Salí en busca de una farmacia para comprar manteca de Cacao. Sobre la calle que da a los fondos del Pompidou, hallé una farmacia y al traspasar su puerta, caí en la cuenta que de francés no sé nada y que el problema recién comenzaba: ?Cómo pido la manteca de cacao para mis labios cuarteados? 
.
Siempre la necesidad es más fuerte que los temores. Lips, labios, butter, dry, cacao, sirvuplé, madam. Sin mediar más palabras incongurentes, recurrí al idioma universal del gesto y la farmaceutica, sin mediar palabra, me dio un lápiz de manteca de cacao. Así de simple. Sobre la cortada que desemboca a los fondos del Pompidou, todavía resonaban los gritos llamando a Girotti en desconocido apartamento que habían rentado en esta callejuela útil.

    

                                           UN SANDWICH EN LAS TULLERÍAS
























Hay sol sobre Paris, esto ya de por sí, es un acontecimiento. Las multitudes van y vienen en este mediodía francés. La belleza de los Champs Elysee refleja cristales de oro, ilumina los grises ojos de un francés melancólico que aguarda pacientemente a la que nunca vendrá, mientras la gente parece caminar despreocupada pero sin rumbo, dejándose transportar sólo por la insaciable avidez que toma la curiosidad en esta ciudad; sobre las espaldas se abren las puertas del Arco del Triunfo, a los flancos Palacios con cúpulas de cristal y presuntuosas tiendas  marcando la moda del mundo. El obelisco africano no pierde su aspecto erecto, a pesar que aún no comprende porqué está aquí. Su función marca el centro de la rotonda de la Concorde, una monumental rotonda donde océanos de gente van y vienen. No puedo ocultar que me produce un dulce nostalgia, pensar que  veinte años atrás, este paseo se disfrutaba casi en soledad. No sé que le pasa al mundo, pero estas grandes urbes parecen aspirar toda materia humana que ande por allí. Pararse en el centro de la Concorde me produce la sensación que estoy en el centro del mundo: allí confluyen calles y avenidas, paseos y boulevares. Sigo sin rumbo, solo detengo mi curiosidad para tomar un café en una mesa a la calle y luego sigo rumbo a Las Tullerías. Junto a mis acompañantes, disfrutaremos de sus jardines, sin mirar el reloj. Nuestras provisiones serán: Baguette, queso brie, lomo de cerdo y jugo de frutas. El horario no era el apropiado para elegir lugar; al mediodía esto es un romería, se colma, se ocupan rápidamente los bancos y asientos disponibles.Tuvimos fortuna, conseguimos un codiciado banco de madera, de esos tipo plaza, a la sombra de un fresno. Allí acampamos, preparamos las baguettes  y comenzamos a disfrutar este momento parisino. La curiosidad se corrió hacia un grupo de jóvenes recién llegados, con un inconfundible aire de administrativos: desplegaron manteles, abrieron latas de salmones ahumados, pate de ganso, quesos varios y frutas de hermosos colores, panes inconfundiblemente franceses y comenzaron a destapar frias botellas de champaña, sudorosamente heladas. Comieron, bebieron, rieron, parecían de agasajos. La fiesta se armó en un minuto y en un minuto desarmaron todo, cuando hubo acabado el festejo, breve y efímero como se lo imponen las circunstancias. No dejaron un sólo papelito caído, todo prolijamente limpio. Una joven de cabellos rubios, dobló prolijamente el mantel, lo guardó en su bolso y se fueron todos muy alegres . El trabajo los aguardaba...
                                               


OLAF CONTRA LOS CABALLEROS TEMPLARIOS A ESPALDAS DE LA SORBONA

Le prometí a mi nieto Felipe que le llevaría un muñeco de Olaf. Felipe está en una edad que le atrae jugar con muñecos de la más variada procedencia, de allí que tomé ese compromiso con él. Esa mañana salí a caminar por la calles de Paris: no sin rumbo, llevaba una orientación por las referencias googliadas. El rumbo era la Sorbona, más precisamente Bouevard San Michel, un boulevard típico parisino, donde se puede ver del principio al fin, gracias a que los árboles de la sombra, son recortados y perfilados disciplinadamente en orden a la arquitectura y no en orden a la naturaleza, tal la costumbre y la filosofía francesa . Las calles cruzan y se retuercen dibujadas por un preciso lápiz de arquitecto, respetando la simetría y la escasa altura de los edificios parisinos. Voy del otro lado del Sena, más allá de la Notre Dame y de la Isla de París, voy al pleno corazón del barrio latino, al vecindario de la Sorbona, limpio y puro en épocas de paz y bonanza. Sus enormes muros no son obstáculo para inferir los aires de libertad que se respiran tras ellos. Dentro se parece aún escuchar el murmullo de las clases de Jaan Paul Sartre, las charlas magistrales de Michael Focault y el temblor de las piedras al retumbar de las predicciones de-constructivas de Derrida. René Descartes garabateó su discurso del Método en sus aulas y Marie Curie prestaba especial atención a sus investigaciones sobre el campo radiactivo,luciendo orgullosa su condición de primera profesora mujer de La Sorbona. Un pensamiento me atraviesa: pienso la posibilidad de presencias alguna clase: sería muy importante para mí. Por las adyacencias todo es pulcro, algo extraño y sorprendente para mi experiencia universitaria en Argentina.
A los fondos de La Sorbona encontré lo que buscaba: una tienda que vende muñequitos de ficcion. Olaf no aparece. Presiento que los franceses no deben estar a gusto con que lo identifiquen con un  personaje vickingo. Sus experiencias con los nórdicos no ha sido nada gratificante, más bien traumática, por más que se asimilaron y Olaf convirtió al Catolicismo, abandonó a Thor y sus creencias paganas. En su lugar conseguí un caballero oscuro, vestido con capa negra, montado a un brisos caballo negro, enajezado con brillantes y piedras. Detrás de su capa negra, apareció el rostro calavera del señor del mal. Era todo muy oscuro, pero a Felipe le encantó  yo quedé conforme con su agrado. 

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