jueves, 20 de agosto de 2015

1999 VENECIA, ITALIA

"LA MASCARA DE LOS MANIQUIES CASQUIVANOS" Calles líquidas. Reflejos de sol en calles lìquidas. Irradian la luz de Venecia: única y embriagadora. Tiñen los objetos de turquesas y dorados. Saladas como el mar, dos botellas naufragan indiferentes en su búsqueda de un rojo tomate , imposible; mientras los acordes de los bandoneones de la Plaza San Marcos van quedando ocultos tras el incontenible vozarrón del tenor que busca el Sole Mio; hasta los fieles corceles que huyen por los techos de la Catedral parecen espantados por la viva voz. Esta ciudad de duques y ducados, mercaderes y banqueros, nos recibe con su encanto a flor de piel. Los sopladores de cristales, sobrevivientes de Murano, quienes con un sòlo soplido confeccionan hermosas esferas de cristal, hacen sentir y presentir que es una tarea fàcil y a su vez difìcil como lo afirma el dicho popular. Prefiero pensarlo y no intentarlo. Están allí desde hace cientos de años. Costeando caminos Per Rialto, se descuelgan paraguas de colores y van dejando de suspirar sus puentes y allí està: El Canal Mayor, un choque contra el tiempo. Febril los comerciantes y mercaderes, navegantes y polizones, discuten vehemente de precios y condiciones,. Los gondoleros pasean sus embarcaciones de aqui para allá, repletas de gente y mercancìas. Sobre la orilla de enfrente, los pasajeros del tren recién llegado sacuden la modorra de sus ojos mientras se acostumbran a aquella luza. Los bares repletos de parroquianos de por aquì y de por allá. Creo que lo soñado està acà. Nos sentamos en un bar cualquiera, a la vera del canal. A breves sorbos bebimos lentamente un expesso lleno de aromas intensos, dejamos que el tiempo fluyera, seguros que instantes como estos seran irrepetibles y perduran para siempre. Luego siguio una caminata sin sentido. Caminar por intrincados laberintos de calles y canales, sin saber a donde estàs ni a donde vas, dejandose llevar por la curiosidad y la sopresa continua. Pensamos que de alguna manera volveremos al muelle y al barco que nos trajo. En sus callejuelas jugamos al Carnaval detràs de hermosas máscaras que nos saludaban al pasar desde sus escaparates. En un rincòn cualquiera, a la vuelta de una esquina cualquiera, nos topamos con una plaza seca, paradójica para estos lugares húmedos y allí nos reciben: Parados a las puertas de una antiquisima casa de modas, de esas que hay por todo el mundo, dos rudos maniquies , con aspecto de guerreros medievales , cubiertos pro primorosos tules de colores vistososo, transparentes, montados sobre dos zapatos bien femeninos con unos tacos aguja altìsimos, mostrando al desnudo sus huesudas rodillas y musculosas piernas, con caras barbadas y labios color carmesì. Llamativo por aquellas èpocas y para nuestro pensar pajuerano .Jugada aucaz de diseñadores audaces. Preanuncio de tiempos que vendràn. No dio para galanterìas ni cuadros fotográficos , así que seguimos el camino que invariablemente nos conduce al barco, destino ineludible en estas geografìas circulares...Dejamos Venecia con una última mirada y un suspiro...

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