Me cuesta creerlo. Una ciudad de apenas 350.000 habitantes supo engendrar, criar y educar a una inmensa cantidad de genios, hombres brillantes que supieron vencer su mortalidad a travéz de obras espléndidas.
¡No hay relación! No resiste a ninguna estadística.
¡Y entonces?
¿Porqué Miguel Angel ( Buonarotti) ? Creador de esculturas y pinturas increíbles. El David, La Piedad, el Juicio Final y las cúpulas de la Sixtina...
¿Porqué el Dante Alighieri? Creador de la lengua italiana y todos los infiernos de la Divina Comedia.
¿ Porqué Galileo Galilei? Con sus teorías del Universo, de la Gravedad, encendiendo luces al geocentrismo que creía a la tierra el centro del Universo y además ¡Se Mueve!
¿Porqué Nicolas Maquiavello? Con su Príncipe y sus teorías para dominar en la política
¿Porqué Bruneleschi? Con la majestuosa e imposible cúpula de la Catedral
¿Porqué Luca Paccioli? Mi admirado Luca Paccioli, logró fundir la abúlica Contabilidad de la partida doble con la belleza artística de la Divina Proporción.
¿Porqué Botticelli? ¿Porqué Donatello?, ¿ Porqué El Gioto? y así podría seguir enumerando.
Ahora, ¡Como puedo explicar lo que sentí cuando entré a la Iglesia de la Santa Crocce ! Allí, bajo sus inmensas arcadas, a derechas e izquierdas estaban alineadas las tumbas de la mayoría de ellos. El Renacimiento alojado en aquella iglesia; Galileo, Miquel Angel, Maquiavello, El Dante... Me sentí insignificante ante tanta muerte eterna. A la vez me sentí importante. El profundo silencio me replegó hacia mi interior. Percibí de pronto todas las luces del Renacimiento. Siglos de destellos brillantes. El mundo iluminado desde esta pequeña ciudad.
Fue mi primer movimiento. Bastó para abrir las puertas de la eternidad. Luego vino la magnificencia del David, coloso inabarcable, en el hall central del Museo de la Academia; la pequeñez manifiesta debajo de la cúpula de Bruneleschi en la Catedral, el Museo Ufici, el comercio en las calles, el oro del Ponte Vechio, los inmigrantes afro-etíopes vendiendo baratijas entre huida y huida del acoso policial, los pequeños salteadores gitanos, casi niños ejerciendo la ratonería de sorprender distraído a algún turista y apoderarse de algún objeto valioso. Y el Mercato de Florencia, infaltable mercado, de todo, allí encontre el paraguas. Un bello paraguas florentino que traje a la argentina para que corra la misma suerte de todos los paraguas: perderse olvidado en cualquier lugar, cuando la lluvia cesa.
Dicen que los Medici, dicen que los mecenas ricos traficantes, dicen que la diaspora de Costantinopla... Lo verdadero para mí es que son y fueron de aquí.
Dejamos Florencia a nuestros pies, cubierta su cúpulas y sus tejados con la tenue luz del crepúsculo.





Museo de la Academia: Lentamente giras alrededor del David y cada vez te siente más pequeño, ante aquel inmenso mármol de 4 metros y cinco toneladas, asì limpito, como lo dejó Miguel Angel. Una belleza inabarcable. Asombrosamente magnìfico. Se encarna en tus sentidos y brotan por los poros exaltaciones eruptivas. Recorrí el David desde mi humilde mirada y guardo su belleza en anaqueles especiales de la memoria. Grandeza del Renacimiento. Eterno. Acompañará mis sueños de Dioses y Apolos.

El síndrome de Sthendal pertenece a la categoría psicològica llamada Sinestesia: una mezcla de impresiones de los sentidos y/o Cualia denominación de una experiencia subjetiva como el dolor, el placer y la pasiòn. Sthendal, célebre escritor del romanticismo que escribiò Rojo y Negro (libro que me cautivò en la juventud y aun forma parte de mi biblioteca) sintiò un malestar repentino al observar por primera vez una obra de arte en la Basílica de la Santa Croce ante Las Sibilas de Volterano. De allí que a este síndrome se la conozca como el síndrome de Sthendal. Al ingresar a la Basílica franciscana en Florencia, supo que pisaba sobre las tumbas de los más renombrados virtuosos. Exaltado por la emosiòn , comenzò a sentir fuerte latidos de su corazòn: “ Se desvanecìa mi vida, caminaba con temor a caer, y tenìa la urgente necesidad de un amigo que compartiera conmigo esa sensación desbordante”..
Juro que sentì y siento estas sensaciones, en la Citada Basílica, ante el David en La Academia, Cuando me parè en el Prado, frente a las Meninas de Velásquez, con los gritos del Laooconte o la ternura de La Pietà.
Según Sócrates, es el terror sagrado que padece el hombre virtuoso y sendible ante la contemplación de la belleza, tomada como exacta representación de los Dioses. Por ello se apiada del irreverente desprecio del necio por su incapacidad de reconocerla y venerarla …
Conceptos extraídos de un artìculo de Noemì Carrizo “Sobredosis de belleza”
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