A los pies del Vesubio la tierra tiembla y el calor derrite los cuerpos. Sin embargo la vida en Pompeya transcurre normalmente y en calma. Los perros duermen la siesta. El café frente a la estación de trenes desborda de parroquianos, es que el Expresso allì es excelente. Apenas cruzando la calle nos adentramos a lo ùnico que queda de Popei: sus ruinas. Una ciudad sepultada viva y desenterrada muerta varios siglos despuès. Sus restos hablan de la opulencia de esta villa veraniega de los jerarcas imperiales de la Roma, un imperio que iba lentamente camino a la destrucciòn y tal vez esta catàstrofe natural no fuera màs que un aviso. Una simple advertencia.
Orden perfecto de la arquitectura, diseño de calles y avenidas, majestuosidad de las residencias adornadas con exquisitos frescos, murales y esculturas... y el barrio del Lupanar. El exótico barrio del lupanar donde reinaba el vicio, el sexo y la bohemia. Las paredes de aquellos templos del placer y la orgìa pintadas por grandes artistas en exoticos murales donde no se mezquinaba nada, ni en los materiales utilizados ni en los temas pintados, donde el sexo explìcito, las escenas eròticas, los miembros erectos y las bulvas codiciosas se mostraban sin pudor. Aún hoy aparecen como sobrevivientes de la tragedia . Me imagino las voces y los ruidos como imaginaba en mi juventud cuando leì el libro " Los últimos dìas de Pompeya". Libro que aùn està en mi biblioteca.
Los alumnos de arqueologìa toman minuciosas medidas de los rombos de piedra que conforman los muros de algunas paredes. Siempre tuve curiosidad por la arqueologìa y desearìa saber la importancias que estos alumnos le daban a los datos que tomaban, sin duda que la curiosidad debe ser gran aliada de ellos a juzgar pro la dedicaciòn y atenciòn que prestaban en su tarea. Dicen las lenguas populares que los restos hablan de la vida... así debe ser!
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