lunes, 24 de abril de 2017

2016: Estambul: Las Mezquitas

LA MEZQUITA DEL SULTAN AHMET O MEZQUITA AZUL 
De pronto el cielo se hizo cúpula. Una enorme circunsferencia espacial libre pendía leve sobre nuestras cabezas. Las paredes laterales, limpias, libres, sin imágenes. Una suave y delicada sensación se siente sobre los pies desnudos; posan sobre alfombras mullidas; todo el piso está cubierto de ella. Es lo único que se ve, además de las gigantescas columnas que soportan la cúpula, una inmensa lámpara colgante con cientos de luces que imaginan velas  se descuelga desde lo alto y permanece estática a pocos centímetros de nuestras cabezas y la valla de madera, un cerco de madera que delimita el ámbito central de los hombres y la perisferia excluìda para las mujeres . La penunbra se tine de azul; el sol atraviesa tìmido los enormes vitrales de las paredes del fondo, un solo murmullo leve se escucha, el silencio lo penetra todo, es momento de introspecciòn; los jóvenes musulmanes, rodilla en tierra, hacen su clásica reverencia, mirando hacia la Meca, oran y se inclinan para besar la tierra tres veces; luego quedan como extasiados con sus oraciones. Desde nuestra mirada occidental existencialista de principios de siglo veintiuno; es sorprendente comprobar la religiosidad del pueblo musulman y sobre todo los jôvenes: van al templo; oran; buscan a Dios: A la hora exacta de las oraciones del Magrib; al ocaso; el Imán rompe el silencio. Por los potentes altavoces ubicados a los cuatro vientos en los minaretes surge su voz, lastimosa , potente, implora a Alá, El Más Grande, para que lo sigan los creyentes desde el exterior. Interrumpe abruptamente sus oraciones, para volver a reiniciarlas a la brevedad. Son diez minutos de rezo, cinco veces al dìa; los fieles  despliegan sus pequeñas alfombras al piso y rezan, imploran, besan la tierra, apuntan a Alá. Una tras otra, las mezquitas se suceden en oraciones, sincronizadas por el reloj del tiempo  y del espacio, de acuerdo a preceptos del Islam. Nadie bebe alcohol, todos interrumpen sus negocios, sus romances, sus entretenimientos: son los momento dedicados a Alá.
Las Mezquitas se suceden unas a otras, por aquì y por allà, en el tope de la colina y en su regazo , en los barrios pudientes y en los barrios obreros. Las Iglesias Cristianas han desaparecido. No queda ni rastros de una cultura que habitò esta ciudad por 1500 años y supo ser cabeza del imperio cristiano bizantino.  Desde la toma por los Turcos Otomanos, el perfil de Estambul cambió las torres eclesiàsticas por las inmensas cùpulas y los minaretes que sobresalen buscando a Ala. Nadie recordará Estambul sin recordar su perfil de neto corte arabesco.
Salimos de la Mezquita Azúl con una pesada carga de introspección y silencio, las mujeres dejaron los velos que habían recibido a la entrada para cubrir su cabeza, en los baúles de la puerta. Sacamos los zapatos de la bolsa. Miré hacia atrás. Mis espaldas apenas alcanzaban a soportar la sombra de la monumentalidad de aquella mezquita. Seis minaretes: los máximos que puede tener una mezquita. Generalmente los Sultanes le ofrecìan a Alá en mèrito a sus victorias, un templo; este no fue precisamente un sìmbolo de la victoria, sino más bien de la derrota: El Sutan Amhet la mandó construir para calmar la ira de Ala ante su derrota a manos del Imperio Sofarvida . El cartel de parking para cochecitos de bebés, aún seguìa desierto: Los bebés hoy no vinieron en cochecito!.









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