lunes, 8 de mayo de 2017

2016: Estambul: El Palacio de Topkapi y el rodar de cabezas sueltas



Esta inmensa fortaleza como regazo del Bósforo, fue construída por la Turcos como palacio de sus Sultanes. Todo parece hecho con rasgos de una cultura nómade:  las construcciones bien pueden ser enormes tiendas de campaña exquisitamente adornadas y enjaezadas con grandes patios floridos que hacen las veces de plazas centrales. Es como sumergirse al mundo de los Sultanes e imaginar un poder con todos los poderes y con todos los placeres, incluídas bellas mujeres cautivas y rodar de cabezas infieles. Los cuatro patios del Palacio invitan al poema: sus rosas rojas con pétalos de terciopelo y el relucir de sables filosos que cortan el aire. El primer patio era territorio de los Jenìzaros, despiadados guerreros enfermos de abstinencia cuando se dilataban las guerras, hoy reducidos a un par de impostores que se prestan para posar para la foto a cambio de unos TL convertida su temible sala de armas en una paqueta boutique de recuerdos baratos. Pasar al segundo patio es entrar al mundo de las delicias imaginarias e intrigas interminables. Allí vivìan las esposas y las concubinas del Sultán: El codiciado y lujurioso Harem; dirigido y puesto a punto por la Valide la Madre del Sultàn. El Harem guarda en sus paredes deseos inconfesables. Sólo habitado por mujeres y por esclavos eunucos. Pasaban todos sus dìas en los baños, con masajes, bordando interminables tapices y elucubrando complots e intrigas: su tesoro más codiciado era ser elegida por el Sultán para pasar la noche en sus aposentos; una noche de lujuria con el hombre màs poderoso del mundo.  El tercer patrio es el patio del Poder, el salón del Trono, la Cámara de Audiencias, la biblioteca y el tocòn de marmol en el patio junto a las rosas, amenazante y cruda advertencia para los traidores y corruptos: allí apoyaban su cabeza ofrecièndosela al sable afilado y rodaban por el pasto. Todos en el Palacio estaban sometidos a la Idea de Justicia de su Sultàn. El mismo que anunciaba con pompas y platillos las nuevas guerras, para regocijo de los jenìzaros reunidos en el patio para escuchar a su jefe. La Sala del Tesoro guarda objetos invalorables, no sòlo por su contenido en materia sino que tambièn por sus antecedentes en la historia:  La daga imperial es una joya de la orfebrerìa con incrustaciones de esmeraldas y diamantes. Un destello de luz verde raja el espacio y se cruza con una luz roja despedida como si fuera de un rayo laser; son los resplandeceres de las piedras preciosas incrustadas en oro y plata. El craneo de San Juan Bautista, verdadero o supuesto, celosamente guardado en un relicario de oro: tesoro del cristianismo en arcas musulmanas. Las enormes terrasas sobre el Bósforo, abre ventanas a la contemplaciòn; sosegada en tiempos de pas y tumutuosa en tiempos de guerra. La aparente quietud del Bósforo te transporta a otro continente. El cuarto patio se presenta como el lugar del sosiego, balconean los aposentos del Sultán y su Familia y sus jardines son paseos entre flores y arcadas. El brillo del sol y los destellos de plata del Bósforo cubren el ambiente con una luz intensa y transparente. Todo es muy otomano, las mayòlicas, los tapices, las sedas, los bronces y la plata y los intrincados laberintos árabescos que cubren las ventanas y no permiten ver de fuera hacia adentro, aunque todos presienten la mirada del Sultàn .  El paseo por las terrazas al mar fue una delicia. Marta, nuestra compañera, suspira soñando con Onur, aquel personaje de las Mil y Una Noches, novela turca que en Argentina dejò enamoradas a todas las mujeres . Es necesaria una foto en el balcòn con el Bósforo a sus pies y el perfil cercano de Estambul asiática del otro lado. Marta sueña con el romanticismo de Onur.




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