domingo, 14 de mayo de 2017

2016: Estambul: Navegar por el Bósforo

La lengua de dos mares que lame dos continentes. Lo tengo ante mí. Un río hecho mar: El Bósforo. Su nombre me trae el lejano recuerdo la las clases de Geografía en el secundario. Lo tengo ante mí. La lluvia ha cesado en Estambul. La tarde está en calma, pero el ritmo febril del puente de Gálata no se detiene: la embarcaciones parten y arriban llenas de gente. Esto es el cuerno de oro, los olores de mariscos sobresalen en el ambiente. Surgen de ollas y sartenes en ebullición, cocina de numerosos restaurantes al pie del puente. Un viejo marinero nos acompaña hasta el mismo embarcadero; luce un excelente sentido del humor, compartido en idiomas varios chapuceros. A babor , disfrutaremos del atardecer sobre Estambul. Las aguas se abren para cedernos paso. Quedo extasiado con las vistas de las coloridas colinas de Estambul. Las aguas besan las costas de Europa; las aguas besan las costas de Asia . El cielo guarda pesado nubarrones grises. Sobre la izquierda pasamos ante el imponente palacio de Dolmabahce, estilo europeo cargado de barroco; desde 1856 se construyó como el otro palacio para los Sultanes. Sustituyó a Topkapi. Sobre el fondo, marca su perfil una ciudad moderna de grandes rascacielos de Cristal. La costa europea comienza a vestirse con bares y clubes de moda. Nuestra amiga Marta busca afanosamente el restaurante que solia frecuentar Onur, su ídolo ya nombrado. No cesa hasta que lo descubre. Es inmensa su emosión. La magia y el encanto del romanticismo estético. Un pueblo de pescadores muestra los afanosos trabajos de su gente. Todo allí me invita a imaginar una memorable mariscada. Pasan mezquitas, algunas muy próximas como la de Ortakoy, dos minaretes, parece surgir de las profundidades del Bósforo, a sus espaldas el Bosforo Bridge, un puente inmensamente alto y extenso que une los dos continentes. Al caer la tarde, el sol se esconde entre nubes y colinas, ofreciendo un bellísimo espectáculo . Desnuda la bella silueta del perfil de Estambul. Al decir de Fernando Pessoa en su Libro del desasociego : "Cualquier ocaso es el ocaso, no es necesario irlo a ver a Costantinopla" (No. 349) pero sin contradecirlo, si pudes ver el atadecer en Estambul , seguro que lo recuerdas para siempre. El regreso lento y pausado besando las costas de Asia . Dejamos atras la Torre de Leandro, parece un centinela de los mares, para los turcos es la torre de la Doncella, nacida de la roca del fondo del mar, llena de mitos y leyendas. : Leandro, amante de Hero, sacerdotisa de Afrodita, cruzaba todas las noches a nado el Bósforo , guiado por una antorcha que encendía su amante. Una noche, el viento apagó la antorcha, Leandro perdió el rumbo y murió ahogado. Al enterarse Hero, se arrojó ella también al Bósforo para morir como su amado" El sol, ya herido, apenas de anima a asomarse entre los inmensos nubarrones negros y cae enrojecido sobre la vieja Europa. Desde el bote, veo caer la noche sobre Estambul: Las luces y sus cúpulas comienzan a fabricar un nuevo paisaje fascinante. Esta ciudad se merece ser y haber sido capital de Tres Imperios. Navegar por los Canales de Venecia, navegar por el Sena en París y navegar por el Bósforo en Estambul;, son tres momentos que la vida me ha regalado. Las cupulas iluminadas me dan un sueño del mundo musulmán, fantasías de odaliscas y bellas mujeres, fuentes con frutas y manjares, sedas y turbantes, anillos y collares. El Bósforo se cierra sobre el cuerno de Oro. El rostro del Efrit negro, perfila su rostro sobre densos nubarrones. El rostro de aquella muchacha árabe ,sigue escondido detrás de su Burka, su tez blanca y sus ojos brillantes junto a sus jóvenes y suaves modales, insinúa un belleza reservada solamente para su amado.
Bajamos en el muelle, , retornamos a la Sultania. En el trayecto, llueve sobre Estambul.






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