jueves, 25 de mayo de 2017

2016: Estambul: La ruta de la Seda

El rostro de satisfacción del vendedor turco era indisimulable. Luego de un intenso regateo, la compra venta se efectuó; esta situación es la que provoca el doble placer al vendedor turco: Por un lado haber concretado el negocio y por el otro, estar convencido que el comprador también hizo una buena compra: la calidad de la mercancía y el precio convenido es su certeza. Miles de años en que sus ancestros nómades y transumantes han comerciado y traficado todo tipo de mercancías; esto le imprime una carga genética irrenunciable. Desde los lejanos tiempos en que comerciaban con Venecianos y Genoveses , y veían atravesar sus tierras y campamentos por los aventureros de Marco Polo en busca de la seda y la pòlvora, han adquirido una particular destreza para tratar con los accidentales.

El vendedor se asoma a la puerta de su tienda, allí, a un costado y sobre la vereda  reposa una banqueta sin respaldos y escasa altura, tapizada con vistosos colores; será su atento lugar de descanso de las interminables jornadas de ventas que se extienden desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. En esta época; septiembre es fin de verano y comienzos de otoño, el clima se lo permite; es que atrás de las agradables jornadas, están los clientes, turistas y nativos. Cuando lleguen las nevadas, deberá guardarse en cuarteles de invierno. Los negocios se repiten por cientos, por miles; venden sus mercancìas en el zoco, o bazaar como lo llaman por aquí, también en las calles y avenidas, en los parques y los paseos. Telas, sedas , tapices y alfombras, lámparas de vistosos colores, colgando con sus arneses de cobre, cerámicas, joyas y alhajas, souvenires, dulces y manjares, especias, colores y cacharros, ropas, zapatillas y manteles, marcas de primera y marcas truchas, todos los locales abarrotados de mercadería, ofertas y pichinchas. Es una delicia recorrer calles y bazares, mercados y tiendas: Se regocijan los ojos y siempre se consigue algo necesario o innecesario: Aquí lo importante es comerciar.





 En el Mercado o Bazaar de las Especias encontré a Sina; atiende un gran negocio de venta de especias: las que se te ocurran. Es un personaje de pequeñas talla, tremendamente simpático, amigable, comunicador aún a través de idiomas incomprensibles, para nada pesado ni cargoso: Un Justo Exponente de un vendedor Turco. Una de las ideas que traje hasta aquì  fue llevarme especias y tes. Pimientas, azafranes, paprikas, dátiles e higos, tes de manzana y de granada, y una variedad de flores silvestres que es una delicia. Regateo mediante, Sina consulta siempre el último precio que un señor que está sentado al fondo del local; seguramente el dueño. Me envasó todo al vacío y perfectamente preparado para un largo viaje. Con mi amigo Mingo, simpatizante canaya de Rosario Central empedernido, surgió una situación risueña a partir del nombre del vendedor. Es conocido que los hinchas de newells le dicen "sina" a los hinchas de central. Muletilla que viene de historias futboleras locales. Luego de la compra , nos fuimos con Mabel a comer pescados y mariscos al Puente de Gálata. Los demás no vinieron porque no son amantes de los mariscos. Sentados balconiando el Bósforo, allí donde se cierra el Cuerno de Oro, viendo el ir y venir de barcos y botes de turistas , pescadores y comerciantes, disfrutamos de una excelente comida de pescados y mariscos. Memorable la pasta de aceitunas negras, olivo y anchoas que nos sirvieron como entremés, mientras esperabamos los platos. Una delicia todo el momento; es uno de esos momentos que seguramente no se repetirán.




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